martes, mayo 05, 2009

Mi Soledad Perdida

Cuando estoy solo, estoy conmigo mismo; la compañía, en cambio, me aleja de mí; y mientras mas numerosa es esta, más alejado de mí me encuentro. Lo que constituye la verdadera soledad; ésa de la que no me quejo, porque no soy consciente de que se trata de una soledad vacía, llena de otras soledades, también vacías, que me rodean y me adormecen.

Creo que la soledad, conmigo mismo como única presencia, es un estado, que ya sea en forma permanente o periódica, resulta indispensable para llegar a saber quién o qué soy como primer paso hacia lo que quiero ser, comprender y alcanzar. Es una soledad llena de mí; a diferencia de la otra, que es un vacío lleno de los demás.

Como ocurre con muchas otras cosas de la vida, le temo a la soledad; y como consecuencia termino huyendo de mí mismo en busca de la seguridad que creo encontrar en el aturdimiento de la compañía; sin descubrir que ésta, la compañía, solo es posible si la busco y la encuentro desde el centro de gravedad de mi esencia solitaria.

En realidad hay dos soledades, que deberían tener nombres distintos, para no terminar huyendo de lo que debo buscar, o temiendo lo que debo amar: La soledad de un Yo vacío y dormido que se espanta hasta de abrir los ojos, y la soledad luminosa que se oculta en esos lapsos breves en que descubro, fugazmente, que estoy absolutamente solo en el universo.

El peor infierno que puedo imaginar es el de la no existencia de la soledad. La verdadera condenación infernal seria la de existir permanentemente acompañado; y tanto más grave la tortura cuánto más grande y numerosa la compañía.

Creo que la peor pena que se puede aplicar a un ser humano es la de vivir siempre, sumergido en una multitud y perdida la esperanza de un rincón solitario. Característica que hace igualmente temibles el cielo y el infierno; y hacia donde vamos rápidamente en el planeta que habitamos.

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