viernes, mayo 07, 2010

Once Time Ago... (2)

Como los hombres necesitamos fortalecer todo el tiempo nuestro ego masculino, llamé de inmediato a mi amigo Julio para contarle lo que habia sucedido con sumo entusiasmo. Contra mis pronósticos amicales, el desalmado me pinchó el globo de la ilusión: "¿Vas a salir por primera vez con ella y la vas a llevar al cine? ¿O sea, van a pasar dos horas sin conversar? Uno va al cine a la tercera o cuarta salida; llévala a comer, no seas bestia!".Pero ya era tarde para cambiar de idea, así que tuve que desoír las buenas recomendaciones de Julio y continuar con los planes cinéfilos. Cuando llegué a la casa de M para recogerla hubo un detalle, quizá estúpido, que yo tomé como un buen augurio. Le abrí la puerta del auto y cuando di la vuelta para ubicarme en mi posición de piloto ella me devolvió el gesto, abriéndome la puerta desde adentro. Sé que puede ser un minuto detalle cordial, un tic, una bobada, pero para mí esas reacciones imperceptibles son infalibles indicadores de un interés soterrado. La segunda actitud que me gustó se produjo delante de la impersonal boletería del Cine del Centro comercial (que, por cierto, con esas lunas gruesas y con la boletera hablándote a través de un micrófono, más parece que uno esta visitando a un preso antes que comprar un simple boleto). Una vez ubicados allí, M hizo el amago de querer pagar su entrada. Yo, como corresponde a un caballero, la atajé, porque yo la estaba invitando. Ella cerró la billetera y muy segura de sí misma me avisó: "está bien, pero yo pongo la canchita".No sé si todos o la gran mayoría de los hombres piense igual, pero es fabuloso cuando una chica, primero, hace la finta de querer pagar (no importa que no pague, lo importante es que haga la finta) y, segundo, busca alguna salida compensatoria. ¡Eso se llama solidaridad de género! (Sin embargo, cuando se lo conté a Julio, él me volvió a pinchar el globo: "oe, huevón, ¿no te das cuenta? No es que ella quiera ‘compartir’ los gastos contigo, lo que quiere es dejarte en claro que es una mujer independiente. A lo mejor para ella no fue una cita, sino una salida de amigos"). Y si pues, pueda que tenga razon, pero en ese momento mi percepcion fue otra y me agradó.Mientras caminábamos rumbo a la sala 5, pasamos por la barra y M me preguntó si deaba comer algo (¡pero porsupuesto nena! A ti – pensaba). Le dije que no tenía mucha hambre y, astutamente, sugerí que compartiésemos un mismo pote de canchita. Detrás de ese inocente pedido, por supuesto, se escondía un tierno deseo adolescente: el deseo de que, una vez que estuviésemos a oscuras viendo la película, nuestras manos se cruzaran dentro del pote en su afán de recoger un puñado de pop-corn, y pudiesen rozarse y eventualmente quedarse entrelazadas hasta el final de la función. Algo así de casual como el beso de la Dama y el Vagabundo. Nada de eso ocurrió porque, ni bien se apagaron las luces y empezaron los avances de los próximos estrenos, en un descuido que yo lamenté más que ella, M perdió el control del envase y el 70% de la canchita se desparramó por el suelo. Sonrojada y culposa, la linda M se levantó de inmediato y se fue a comprar dos potes individuales, sin consultármelo. Cuando volvió, aún ruborizada, me dijo "así ya no te voy a tirar la canchita", mientras yo, hecho un mongazo de las pelotas, me desconcertaba en silencio: "ahora cómo michigan hago para agarrarle la mano".

lunes, mayo 03, 2010

Once a Time Ago...

Ayer fue mi cita con M y me sentí un tonto. Fuimos al cine a ver esa mala y sobrestimada película que es ‘Soy Leyenda’, en lugar de ver la intensa y dramática ‘Al otro lado del mundo’ (donde, además, trabaja el estupendo y versátil Edward Norton).

Digo que me sentí un tonto porque fui yo quien propuso hasta el cansancio ‘Soy Leyenda’, creyendo que se trataba de un buen trhiller de suspenso, y guiado por las insistentes sugerencias de un par de amigos del trabajo (hoy por la mañana, cuando me enteré de que para ellos ‘Alien vs. Depredador’ merece un Óscar al mejor guión, entendí lo tarado que fui en hacerles caso).

Y es que no hay nada peor que ver una película floja en tu primera cita con una chica. La tienes ahí al costado, a menos de diez centímetros y, en vez de que la cinta propicie una atmósfera bajo la cual se justifique un abrazo furtivo, lo único que quieres es que la película acabe lo antes posible para largarse de ahí y reivindicarte ante ella invitándole un buen trago o una comida.

Conocí a M años atras, pero recién hace un par de semanas empezamos un trabajo en comun y como conecuencia, tambien a conocernos mas, de hecho despues del trabajo nos quedamos conversando durante horas en un cafe-bar muy “nice” de la ciudad.

Ella siempre me había parecido atractiva, alegre y muy buena onda, y esa noche, mientras actualizábamos nuestras vidas conociendonos en medio de tragos en aquel local, no hice más que confirmar cada una de esas antiguas impresiones. Ella es como yo, nacida y educada en la capital, una profesional que ve el mundo y el trabajo de manera diferente a las trasnochadas y retrogradas formas de hacer las cosas aqui en las provincias. Pero ese es otro tema.

Fue aprovechando ese bonito reencuentro que me armé de valor y la invité a salir. Confieso que me daba algo de vergüenza y miedo que me dijera que no podía, chantándome una excusa inverosímil del tipo "sorry, Lucho, pero es que justo es cumpleaños de una tia, que vive en Tangamandapio y ha venido a pasarla aqui por unos días".

Así que, para blindar mi orgullo y evitar una frenada en seco, recurrí a ese método tecnológico que nos ha solucionado la vida a los hombres tímidos: el mensaje de texto por celular. No hay pierde con esa modalidad, porque te haces invisible. Si una chica rechaza una invitación tuya, por lo menos no estarás allí presente, cara a cara, para disimular tu frustración con risitas y muecas nerviosas. Si ella te dice que no por celular, pues le envías un mensaje que diga algo como "ok, flaca, fácil la próxima semana, hablamos, un beso", y listo!, se acabó el tema!: quedas recontra cool, como si no te importara el desaire, y te ahorras la exposición de tu cara de "puta, qué piña que soy".

Le envié el mensaje a M, diciéndole directamente para ir al cine ayer jueves de estreno, pero ella –hasta ahora no sé si por bacanería, por precaución, o porque efectivamente tenía el celular apagado– no me contestó hasta el día siguiente, dejando que pase una larga noche en suspenso, despertándome cada cinco minutos, sudando, analizando en silencio las mil estúpidas posibilidades que uno se plantea en esas circunstancias.

Primero pensé: Quizá no sabe cómo decirme que NO y la muy pendeivis me va a salir con que no le llegó el mensaje.

Luego descarté ese pensamiento suspicaz y cavilé: No, tal vez la pobre no tiene saldo…pero bien podría pedirle el celular a una amiga y contestarme.. aunque sea por educación ¿no?.
Más tarde, ya de madrugada, me convencí del escenario más fatídico:
Seguramente está saliendo con alguien más, pero qué raro, me lo hubiera dicho. Al final, desvelado, con ojeras y harto de especular, me dormí maldiciendo: -”Ya fue, también si quiere. No voy a insistir. Total, de mejores casas me han botado” .

La crueldad duró hasta las 11 de la mañana del día siguiente, hora en que mi celular vibró, anunciando que la respuesta de M acababa de aterrizar en mi buzón de mensajes:

Ya, mostro, vamos, me llamas para quedar, chau”

Lo terminé de leer y sonreí. "Sabía que responderías", murmuré victorioso