martes, junio 08, 2010

Once Time Ago ...(3)

La película, como dije, resultó un fiasco total. Muy bacán la fotografía de una Nueva York deshabitada y muy alucinante la teoría de un virus mortal que se extiende por el mundo, pero ver al zambito rapero de Will Smith y a su perro chusco peleando con vampiros calatos me produjo más la risa que susto. No hubo una sola ocasión como para aprovechar el pánico y acurrucar a M, acariciar su pierna, rodearla con mi brazo o robarle un beso asustadizo. Nada. El único momento en que pude hacer derroche de mi carácter y mi valentía fue cuando la conchuda vecinita de la butaca derecha comenzó a hablar por celular toda suelta de huesos, como si estuviera reposando en la sala de estar de su casa un domingo por la tarde. Hola, Jony, estoy en el cine, tú dónde andas”, dijo la porquería, con un sútil dejo nor-oriental, en medio del cine, interrumpiendo con descaro la obligada quietud de la sala.Automáticamente le piqué el hombro y le pedí que guardara silencio. Lo hice con algunos ademanes excesivos, como para que M se percatara de lo bien que podía manejar la situación.La fulanita me miró y ajustó los dedos índice y pulgar, como diciendo "un ratito que ya termino". Pero la fresca no terminaba. Ya pues, Jony, mañana pásate por la casa del Eduardo y ahí te cuento lo que le pasó a la Miryam” Por la insolencia del hecho, pero también para apantallar a M, levanté la voz y le dije: “cuelga, pues, no seas conchuda, que esta no es tu chingana”.La mujercita me miró con indignación y, de pronto, asomó por encima de ella la voluminosa cabeza de su otro vecino de butaca (y a todas luces su pareja): un hombre mazacotudo de unos cuarenta y cinco años, de bigote ancho, y con cara de haber pasado más de una temporada en el pabellón de reos primarios de la cárcel de San Jorge. Oe, flaco, mira la película nomás y no te hagas el bravo”, me contuvo el malandro, con un exitoso tono amenazante. Al ver su complexión de maestro de obras y su rostro de sicario, me acobardé y solo atiné a decirle a M en voz lo suficientemente alta: "la próxima, vamos al Cine Planet". Increíblemente, en lugar de secundarme y seguirme la corriente, M me reprendió, dejándome como un idiota frente a mis circunstanciales adversarios. "Ya no reniegues, pareces un viejito maniático". (Díganme si no es irónico: tú tratas de lucirte delante de la chica que te gusta y al final terminas haciendo un papelón, y, para colmo, ella te tilda de anciano esclerótico). A pesar de todas esas contrariedades, ir al cine fue una buena opción. El cine siempre es un terreno ideal para medir cuánto congenias con la chica que te acompañe. A mí, por ejemplo, me gusta sentarme adelante, entre la cuarta y sexta filas, y ayer la buena de M no puso mayores objeciones al respecto. Y aunque no converses durante las dos horas con la otra persona (como bien me recriminaba mi amigo Julio), igual puedes conocer silenciosos detalles de su personalidad, como sus gustos cinéfilos al momento de los trailers (por ejemplo, si te dice para ir a ver la próxima película de Disney, estás jodido). También puedes medir su sentido del respeto y de la prudencia (si apaga el teléfono o no, si te habla e interrumpe mientras proyectan la película o no, si bosteza, si se duerme, si se quita los zapatos). Y también puedes detectar sus niveles de sensibilidad artística luego de terminado el espectáculo: no es igual que te digan "me gustó la naturalidad de los diálogos, la propuesta narrativa del director y el casting de los actores" a que te digan "me ha dado hambre, ¿me invitas una butifarra en el Palermo?"He quedado con M en volver a salir, y no puedo negar que estoy entusiasmado. Por lo pronto, quiero decirle para ir a ver 'El Amor en los Tiempos del Cólera'. O mejor no, mejor que ella elija la película. Eso sí, esta vez me la llevo al Cine-Planet, mi cine favorito. Quizás ahí sí pueda robarle un beso.