"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante."
viernes, mayo 07, 2010
Once Time Ago... (2)
lunes, mayo 03, 2010
Once a Time Ago...
Ayer fue mi cita con M y me sentí un tonto. Fuimos al cine a ver esa mala y sobrestimada película que es ‘Soy Leyenda’, en lugar de ver la intensa y dramática ‘Al otro lado del mundo’ (donde, además, trabaja el estupendo y versátil Edward Norton).
Digo que me sentí un tonto porque fui yo quien propuso hasta el cansancio ‘Soy Leyenda’, creyendo que se trataba de un buen trhiller de suspenso, y guiado por las insistentes sugerencias de un par de amigos del trabajo (hoy por la mañana, cuando me enteré de que para ellos ‘Alien vs. Depredador’ merece un Óscar al mejor guión, entendí lo tarado que fui en hacerles caso).
Y es que no hay nada peor que ver una película floja en tu primera cita con una chica. La tienes ahí al costado, a menos de diez centímetros y, en vez de que la cinta propicie una atmósfera bajo la cual se justifique un abrazo furtivo, lo único que quieres es que la película acabe lo antes posible para largarse de ahí y reivindicarte ante ella invitándole un buen trago o una comida.
Conocí a M años atras, pero recién hace un par de semanas empezamos un trabajo en comun y como conecuencia, tambien a conocernos mas, de hecho despues del trabajo nos quedamos conversando durante horas en un cafe-bar muy “nice” de la ciudad.
Ella siempre me había parecido atractiva, alegre y muy buena onda, y esa noche, mientras actualizábamos nuestras vidas conociendonos en medio de tragos en aquel local, no hice más que confirmar cada una de esas antiguas impresiones. Ella es como yo, nacida y educada en la capital, una profesional que ve el mundo y el trabajo de manera diferente a las trasnochadas y retrogradas formas de hacer las cosas aqui en las provincias. Pero ese es otro tema.
Fue aprovechando ese bonito reencuentro que me armé de valor y la invité a salir. Confieso que me daba algo de vergüenza y miedo que me dijera que no podía, chantándome una excusa inverosímil del tipo "sorry, Lucho, pero es que justo es cumpleaños de una tia, que vive en Tangamandapio y ha venido a pasarla aqui por unos días".
Así que, para blindar mi orgullo y evitar una frenada en seco, recurrí a ese método tecnológico que nos ha solucionado la vida a los hombres tímidos: el mensaje de texto por celular. No hay pierde con esa modalidad, porque te haces invisible. Si una chica rechaza una invitación tuya, por lo menos no estarás allí presente, cara a cara, para disimular tu frustración con risitas y muecas nerviosas. Si ella te dice que no por celular, pues le envías un mensaje que diga algo como "ok, flaca, fácil la próxima semana, hablamos, un beso", y listo!, se acabó el tema!: quedas recontra cool, como si no te importara el desaire, y te ahorras la exposición de tu cara de "puta, qué piña que soy".
Le envié el mensaje a M, diciéndole directamente para ir al cine ayer jueves de estreno, pero ella –hasta ahora no sé si por bacanería, por precaución, o porque efectivamente tenía el celular apagado– no me contestó hasta el día siguiente, dejando que pase una larga noche en suspenso, despertándome cada cinco minutos, sudando, analizando en silencio las mil estúpidas posibilidades que uno se plantea en esas circunstancias.
Primero pensé: Quizá no sabe cómo decirme que NO y la muy pendeivis me va a salir con que no le llegó el mensaje.
Luego descarté ese pensamiento suspicaz y cavilé: No, tal vez la pobre no tiene saldo…pero bien podría pedirle el celular a una amiga y contestarme.. aunque sea por educación ¿no?.
Más tarde, ya de madrugada, me convencí del escenario más fatídico: Seguramente está saliendo con alguien más, pero qué raro, me lo hubiera dicho. Al final, desvelado, con ojeras y harto de especular, me dormí maldiciendo: -”Ya fue, también si quiere. No voy a insistir. Total, de mejores casas me han botado” .
La crueldad duró hasta las 11 de la mañana del día siguiente, hora en que mi celular vibró, anunciando que la respuesta de M acababa de aterrizar en mi buzón de mensajes:
“Ya, mostro, vamos, me llamas para quedar, chau”
Lo terminé de leer y sonreí. "Sabía que responderías", murmuré victorioso